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Catherine Lacey, autora estadounidense: “Los escritores necesitamos no pertenecer del todo; esa distancia permite escribir”

Periodista reportando noticias

De paso por Chile esta semana para presentarse en el ciclo La Ciudad y las Palabras, Catherine Lacey (40) es autora de "Biografía de X", una falsa biografía ambientada en un Estados Unidos alternativo donde el sur se convierte en una dictadura religiosa. En la novela —aplaudida por Time como uno de los mejores libros de 2023—, una viuda se propone escribir la historia de su enigmática esposa, una artista legendaria. Lacey, que creció en Misisipi, vivió más de una década en Nueva York y hoy reside en Ciudad de México, habla con The Clinic sobre crear mundos paralelos, reinventar la historia de su país y escribir desde la extrañeza de no pertenecer.

14 de Noviembre de 2025

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“Mucha gente me lo comentó: ‘nunca se puede conocer del todo a tu pareja’. Y estoy de acuerdo, pero para mí eso no es algo negativo. Creo que eso es lo que hace que un matrimonio funcione: la sensación de que siempre hay algo más por descubrir”, dice la escritora estadounidense Catherine Lacey (40), sentada en la terraza de un hotel en Providencia. “Cuando dos personas casadas creen conocerlo todo del otro, la relación está muerta. El misterio es importante, no algo que temer”.

Lacey está hablando de uno de los temas que ronda su cuarto libro, “Biografía de X”, que acaba de ser traducido al español; para cuando fue lanzado en Estados Unidos en 2023 recibió múltiples aplausos, incluyendo ser incluido dentro del listado de lo mejor de ese año por la revista Time, por su tamaño y ambición.

“Biografía de X” es una falsa biografía que toma mucho de la realidad, al mismo tiempo que cuenta una historia paralela de su país. X es el alias de una artista multifacética, fascinante y muy popular en los 70 y 80. Tras su muerte a mediados de los 90, su viuda, dolida, queda insatisfecha con un libro que se publica sobre su vida, y se lanza ella misma a contar la historia de los misterios de quien fue su mujer, y se va encontrando con mucho que no sabe, y que habría preferido no saber.

Además, el libro sucede en un Estados Unidos alternativo donde, tras una guerra civil, parte del sur queda encerrado en una especie de dictadura religiosa; de ahí proviene originalmente X.

Lacey, nacida en Misisipi, luego neoyorquina por una década, hoy residente de Ciudad de México -junto a su marido el escritor Daniel Saldaña París-, estuvo de paso esta semana en Chile invitada al ciclo La Ciudad y Las Palabras organizado por el Doctorado de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la UC. En su libro no solo ha creado personajes de ficción que tienen mucho salpicado de la realidad, fundiendo las líneas de los géneros, sino que además crea un país completo, que se parece y no se parece al suyo, para hablar de religión, de arte y de relaciones humanas.

—¿Qué tan difícil fue crear un personaje principal que fuera tantas cosas a la vez? Es un ícono, una mezcla de personas que conocemos, pero que además debe resultar totalmente atractiva para el lector, irresistible.

—Creo que la parte más difícil de crear un personaje es entender qué siente. No necesariamente saber qué ha hecho. Esa parte, para mí, o llega o no llega. Si no tengo esa sensación, no puedo escribir. Y con este personaje tuve esa sensación casi de inmediato. Fue como si llegara a mi cabeza, como si su alma apareciera.

Sentí la presencia de su ser esencial, en un instante. Y esa parte de escribir siempre me resulta muy extraña, porque se siente casi como si… no sé si creo o no en los fantasmas (se ríe), pero se siente como si un fantasma hubiera llegado. Y eso no pasa tan seguido: te ocurre cada varios años, si tienes suerte.

Catherine Lacey en Santiago. Por Francisco Paredes – The Clinic.

—¿Y fue divertido armar esta biografía tan cool, con referencias al arte neoyorquino de los sesenta y setenta? Creo que el personaje tiene también esa aura de lo que imaginamos como “una neoyorquina del mundo del arte” en esa época.

—Sí, pero la mayoría de esa gente (la del arte de esa época) no era de Nueva York originalmente. Creo que hay algo especial en lo que le ocurre a una persona ajena cuando llega allí. Viví en la ciudad unos doce o trece años. Siempre seré alguien que no nació ahí, pero en cierto modo soy más de ahí que de cualquier otro lugar.

—Eso es muy neoyorquino, ¿no? Producir ese tipo de identidad.

—Sí, porque muchos terminamos allá cuando no encajamos donde nacimos. Yo nunca sentí que perteneciera al lugar donde nací. Empecé “Biografía de X” después de haberme ido de Nueva York, tras unos diez años allí. Pasé algunos años fuera, luego iba y venía. Y hay algo en pasar una década en Nueva York haciendo lo tuyo y luego dejarla. Hay algo en X que exagera eso: ella va a Nueva York para “conquistarla”, de una forma que todos quienes vamos allí sentimos eso también.

Una historia alternativa

Lacey lo ha contado varias veces -desde en The New York Times a Vanity Fair y más-: al escribir la novela, la única manera en que funcionaba la relación de pareja que quería mostrar, era con dos mujeres. Ahora cuenta a The Clinic: “Desde el comienzo tenía la idea de alguien que había sobrevivido a una persona muy importante, y que intentaba escribir su biografía. Sabía que quería que fuera una pareja, y pensé: si es una mujer escribiendo sobre un gran hombre, no me gusta. Pero si es un hombre escribiendo sobre una gran mujer, tampoco me gusta. Así que pensé: tiene que ser entre dos mujeres. Y eso me resultó natural por muchas razones”.

“Pero como X iba a ser quien era —una artista poderosa, excéntrica, lesbiana— y en la época en que situé la historia, tuve que cambiar la historia de Estados Unidos para que existiera un país donde una artista así pudiera triunfar y tener poder, algo que no habría sido posible en la historia real.

También hice que el arte fuera más importante en esa versión de América”, añade.

—Creaste este Estados Unidos alternativo, sin teléfonos, con otros códigos. ¿No fue abrumador escribir una historia tan grande?

—Sí, siempre es abrumador escribir un libro. Pero como era mi cuarta novela, ya sabía que sólo podía hacerlo día a día. Aunque tengas una idea enorme, el libro se va revelando poco a poco, escena a escena.

—Tú creciste en el sur, y en el libro hay un sur alternativo, casi una dictadura religiosa. ¿Cuánto influyó tu crianza?

—Muchísimo. Crecí en Misisipi. Luego estudié en Tennessee y Luisiana, o sea, seguí en el sur.

Cuando me mudé a Nueva York, me sentí como una estudiante de intercambio. De verdad, irme del sur fue como salir de un país extranjero dentro de Estados Unidos. El sur ya se siente aislado, como si tuviera un muro alrededor. La mayoría de la gente que conocí sigue viviendo allí. Es un lugar cerrado, uniforme. Y aunque me sentía rara creciendo allí, de alguna forma pertenezco a ese lugar, aunque no quiera.

—¿Te sentías, como X, con una urgencia violenta por irte?

—Sí. Desde niña. A los siete años ya decía que me iría. El primer cuento que escribí era una versión de Caperucita Roja donde la niña compraba un descapotable rojo y se iba lejos.

No sé por qué, pero siempre sentí que no pertenecía.

—Vienes del sur, de fuera de los círculos literarios. ¿Fue difícil encontrar tu lugar como escritora en un mundo tan competitivo?

—Sí. Con el tiempo entendí que me motiva mucho cuando alguien me dice que no puedo hacer algo.

Mi padre me dijo en la universidad que nunca podría mantenerme escribiendo, que debía buscar un marido en la escuela de leyes o medicina. Eso me enfureció, y me impulsó. El sur en los ochenta y noventa era muy rígido en cuanto a género: las niñas podían ser maestras, secretarias, madres, y poco más. Supongo que el intento de limitarme me volvió loca y decidida a hacerlo. Y cuando llegué a Nueva York, no sabía nada de “lo cool”: ni la música, ni las películas, ni tenía el acento correcto. Eso también fue útil. Creo que los escritores necesitamos estar un poco fuera, no pertenecer del todo. Esa distancia permite escribir.

—¿Y por qué decidiste hacer de X una historia tan grande en cuanto a historia y política?

—Solo porque quería que X pudiera existir tal cual era: una gran personalidad, lesbiana y exitosa. Para eso tenía que imaginar otro Estados Unidos.

—¿Crees que hoy el mundo permite la existencia de mujeres así de grandes?

—Creo que un poco más. Pero es difícil saberlo desde dentro del presente. Hoy cuesta imaginar a un artista con tanta influencia cultural. Los que ocupan más espacio hoy son los multimillonarios. Incluso los grandes artistas son de nicho.

—¿Lees autores latinoamericanos?

—Sí. García Márquez fue muy importante para mí en la escuela: leí “El amor en los tiempos del cólera” como cuatrocientas veces, y “Cien años de soledad”, sus cuentos…Y últimamente hay muchas escritoras latinoamericanas increíbles. Estoy mala para los nombres hoy, pero puedo mencionar a Clyo Mendoza, o Brenda Lozano —que además es una gran amiga y, de hecho, la razón por la que me mudé a México y conocí a mi esposo—. Me encanta lo que está pasando con las escritoras de América Latina.

—Sí, hay toda una conversación sobre cómo la literatura ahora “pertenece” a las mujeres. ¿Crees que algo similar pasa en inglés?

—Definitivamente. Me he dado cuenta de que la mayoría de los escritores contemporáneos que leo son mujeres. Creo que no se trata de que las mujeres sean mejores escritoras que los hombres; es más bien que durante siglos una parte de la humanidad no tuvo espacio para expresarse. Y ahora, ese dique se rompió. Hay una urgencia ancestral, de todas las madres de nuestras madres queriendo hablar. Hay toda una especie de fuerza, de hablar de cosas que no se han dicho antes. Ojalá lleguemos a un momento donde el género no importe. Creo que vamos hacia allá.

—Leí que siempre estás escribiendo algo nuevo cuando sale un libro. ¿Qué estás escribiendo ahora?

—Sí, me dieron ese consejo cuando publiqué mi primer libro: tener ya algo en marcha para no obsesionarte con la recepción. Pero cuando salió “Biografía de X”, no pude hacerlo. Estaba en una etapa personal muy difícil, por un millón de razones. No me di cuenta entonces que sí estaba escribiendo algo, porque no estaba escribiendo una novela.

—Estabas tratando de hablarte a ti misma al escribir.

-Claro. Y cuando iba a salir “Biografía de X” estaba tan mal que no tenía la fuerza de comenzar otro libro, ni sabía lo que quería hacer. Pasé ese año endeudándome, sin escribir una novela, pero sí pensando y escribiendo notas. Fue solo al final de ese año que me di cuenta que había escrito y pensado mucho.

Así nació el último libro -por el momento disponible solo en inglés- de Lacey: “The Möbius Book”, que por un lado es algo de ficción inspirado en su quiebre, y por el otro, sus apuntes y memorias sobre fe, amistad y amor. Puede ser leído por cualquiera de las dos tapas, generando un texto sin principio ni fin, y que recibió positivas críticas en diferentes medios internacionales.

Lacey cuenta que hoy, sí está escribiendo algo que la acerca a la novela otra vez: “Ahora estoy trabajando en algo nuevo, una especie de drama familiar. Nunca había escrito sobre familias, ni sobre padres e hijos. Me daba miedo porque lo más personal en la ficción a veces no se nota hasta el final, y de pronto te das cuenta de que lo inventado es lo más íntimo. Esta historia trata de la muerte de un padre, y es algo de lo que no habría escogido escribir antes. Yo a veces siento que, entre que termino mis libros y es publicado, es como si yo habría estado leyendo algo del futuro (sonríe). Por eso me da dudas escribir algo tan oscuro. Pero bueno, todos los padres mueren algún día, así que no estoy prediciendo nada”.

Se ríe y luego añade: “Igual es como si sintiera que alguien tiene que morir antes de que publique el libro”.

Fuente: The Clinic

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